Guido Calu, se sienta relajado en un sillón, viste una remera roja y un jean sujetado por un cinturón con tachas, de mirada tibia sonríe y declara: “mi amor a la vida es comunicar, y yo comunica a través de la música”. Lo cautiva el poder que tiene de ubicarlo a uno en un plano emocional distinto, más elevado. Tiene 24 años y ya se presentó en varios festivales y shows, compartió escenario con figuras de la talla de Vox Dei y renombradas bandas como Catupecu Machu.
Al preguntarle cómo se formó como músico, responde que gracias a profesores particulares y al hecho de ser autodidacta. Está particularmente agradecido a Capellano, un profesor del conservatorio Manuel de Falla, porque lo hizo ver la música desde otra perspectiva, desde un lugar más interesante, más sorprendente. Empezó a tocar el piano a los 5 años y a los 18 años se planteó el ser músico profesional. Al principio, admite que no iba por la iniciativa propia, sino que su madre lo llevaba religiosamente dos veces por semana a aprender órgano, pero luego su camino se vislumbró claro y se empeñó en mejorar. Compone y asegura: “al componer trato de sacar algo de adentro mío y que por ahí está afuera de un género, no me encasillo en ellos, y tampoco trato de imitar recursos de otros artistas, al contrario, trato de hacer algo nuevo”.
Escucha desde jazz hasta rock y clásico, como referencia de dichos estilos cita a Keith Jarret, King Crimson, y de la música clásica le gusta mucho la época impresionista: Debussy, Maurice Ravel.
“Mi meta en la música es componer cada día mejor, hacer música más hermosa y llegar a la gente no a un nivel popular, sino poder influenciar a otras personas y que los llegue a impresionar de verdad”. Una de las cosas que lo impulsa en este camino son las felicitaciones recibidas en el momento de finalizada una presentación, por la gente invitada y admirada por él. Un momento que atesora, es un viaje que hizo a Azul con una de sus bandas: su voz se vuelve casi imperceptiblemente más profunda y su sonrisa se ensancha, recuerda: “Fui cuando era más chico. Era algo muy loco, llegamos y nos habían puesto en el horario principal, había cinco mil personas, el horizonte era gente ¿entendés?. Miré desde el escenario y toda esa gente estaba allí, enfrente nuestro, lista para escucharnos…Nos hicieron entrevistas de radio y salimos en primera plana en el diario local, una foto grande y yo estaba en ella. Nos volvimos a Buenos Aires con una energía distinta, increíble”.
“En Argentina hay una falta de respeto total al músico, ya en Brasil la cuestión es distinta”. Esta diferencia también la vivió en el ámbito familiar: “La que siempre me apoyó fue mi vieja, a mí papá lo fui transformando de a poquito…(Medita por unos segundos, su mirada se pierde por un instante), al final pude lograr que me entendiera, que me apoyara”…
“Mis actuales bandas son dos: De Cronopios y Del Lobo. Son agrupaciones muy particulares, con mucha identidad propia. El 18 de septiembre tocamos con De Cronopios en una muestra en Tierra del Fuego, porque salvo yo (que soy el único porteño), los demás integrantes de la banda son de allá. De Cronopios hace rock progresivo psicodélico. Acá me quiero diferenciar de otras bandas que se tutilan psicodélicas, nosotros tratamos de llegar a la psiquis de la gente: desde el momento que llega al show queremos invitarlos a que entren en nuestro universo, un universo bastante lisérgico, y no en el concepto de otras bandas de hacer ruidos loquitos con un sintetizador”. Se inquieta un instante, se acomoda en el asiento, toma un poco de mate que pidió especialmente con mucho azúcar y continua.
“Del Lobo es para un público al que le gusta lo indie…lo que se denomina ahora, indie. Quizá no sea música para músicos…es más popular. Tenemos una formación muy rara, interesante: dos baterías, dos sintetizadores, una guitarra y una cantante con un estilo soul muy marcado. Estamos influenciados por el sonido actual de Inglaterra, de algunas bandas que están revolucionando”.
¿Qué les diría usted a todos esos jóvenes que se quieren dedicar a la música y se tropiezan con barreras?. Guido Calu opina:” Yo creo que lo económico tiene que pasar a segundo plano, porque la vida es sólo una. Lo que nosotros controlamos es lo que está entre el nacimiento y la muerte y hay que hacer lo que a uno realmente lo apasiona. Y si es la música y por la música (porque hay muchos que se meten por las chicas, para chamuyar), uno va a ir encontrando el camino. Hay que jugárselas, hay muy pocos que se lanzan…que hacen algo serio”.
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